¿A quién le gusta una vivienda prefabricada? – A nadie.
¿A quién le disgusta que los coches consuman cada vez menos? – A nadie.
Las mejoras que rápidamente incorporamos en los coches son consecuencia por un lado de la evolución tecnológica y por otro, de los materiales. Lo curioso es que esta evolución también está disponible en el sector de la construcción. Sin embargo, debido a su mala calidad y ejecución, el prefabricado de antaño causa tanta aversión que las innovaciones introducidas en una vivienda (ej.: la placa de yeso – el “pladur”) se miran de reojo y demoran mucho tiempo en ser aceptadas.
Esta resistencia cultural es un hecho que el promotor debe considerar. Asimismo, otro hecho fundamental es que las nuevas tecnologías (BIM – proyectar la vivienda en 3D) y los nuevos materiales permiten una precisión y una flexibilidad en la geometría desconocidas hasta ahora en la edificación. En este sentido y aunque los fundamentos sean los mismos, para diferenciarlo del prefabricado más obsoleto se ha preferido denominarlo “industrialización”.
Una vivienda industrializada (en su totalidad o en parte) presenta una serie de ventajas: menor generación de residuos y de polvo en la obra, mayor seguridad, mayor rapidez de ejecución y de entrega, mayor calidad, mejor aislamiento acústico y ahorros en el consumo energético, entre otras. Además y desde el punto de vista estético no se diferencia de un edificio construido “in situ”.
No obstante, hay que reconocer que en general aun hoy lo que se edifica bajo este sistema sí se diferencia, e incluso desentona, de las obras tradicionales. De hecho, se puede afirmar que aquellos promotores que utilizan la industrialización como una simple innovación de producto, o sin tener en cuenta el aspecto estético, están al borde de un proceso caótico donde los resultados frente a la construcción tradicional serán mucho peores. Es decir, en la industrialización de edificios es necesario considerar todos los aspectos relacionados con su implementación en la obra, desde el momento de hacer el proyecto, hasta su montaje definitivo.
De todo esto hablaremos el próximo martes 25 de marzo en una jornada organizada en el Instituto Torroja (CSIC), donde los principales centros de investigación y empresas dedicadas a la industrialización expondrán sus casos. Además podéis inscribiros de manera totalmente gratuita.
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Miguel Pinto, director de la Fundación Vía Célere
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